Tapa del libro Eterna, de la premiada escritora argentina Mabel Pagano, ediciones Nuevo Sol, Buenos Aires, 284 páginas, año 1982.
Eterna es esencialmente una novela de amor, la novela de amor que fue la vida de Evita; de amor a su pueblo y de amor a Perón. Ese amor, que venciendo a la muerte, " encendió la hoguera de su eternidad ".
Dice la autora Mabel Pagano:
Ya antes de empezar a escribir sobre la vida de Eva Perón, sabía que - dado el carácter excepcional de su personalidad - no iba a poder mantener una continuidad objetiva de opinión. También tuve que afrontar el hecho de que la pretensión de contenerla en un libro era un acto de soberbia que no debía entrar en mis intenciones, ya que hay existencias que desbordan los límites de cualquier trabajo literario, por minucioso que sea. Decidí enfrentar la tarea, sin embargo y al tener que definir un enfoque y planear un desarrollo, eliminé el desconcierto y la vacilación iniciales, optando por seguir el ejemplo de Evita, es decir, dándole a las circunstancias el impulso de mis sentimientos.
El resultado es una biografía novelada que, entiendo, será aceptada por algunos y rechazada por otros; y si bien, al fijar una posición, tomando conciencia del riesgo al que me enfrentaría mi parcialidad, estimo conveniente anticipar la única explicación que puedo dar, ante cualquier posible cuestionamiento respecto de un tema tan polémico.
Estoy convencida de que la verdad absoluta no existe y que es cierto aquello de que en el principio de los tiempos era una inmensa bola de cristal que, al romperse, hizo que cada poseedor de un trocito se creyera su dueño.
Los testimonios que reuní provienen de las más diversas publicaciones y de personas que sostienen distintas teorías. Los elementos obtenidos fueron empleados o no, según mi criterio y las exigencias de la armonía y equilibrio del relato. En el caso de la información utilizada, la misma responde fielmente a lo expresado por los testigos. En lo que hace a la otra, igualmente la he tomado con el respeto que me merece la parte de verdad que tienen los demás, aunque yo deba defender la mía.
Invocando permanentemente la protección de Dios y amparados en el suelo generoso de la Patria, creo que a todos los argentinos que tenemos la conciencia en paz, nos cabe el derecho de conservar nuestro pedacito de cristal.
Imagen cortesía de mi amigo y colaborador en las páginas Evita II y Evita III, Carlos Alberto Vitola Palermo de Rosario, Sante Fe, Argentina.